A un perdedor le sale siempre cruz

Despedida cruel del Sevilla de la competición en la que fue capaz de proclamarse cinco veces campeón. El adiós no pudo ser más triste para los hombres de Pablo Machín, que cayeron precisamente cuando más fácil llegaron a tenerlo para clasificarse, después de un gol de Franco Vázquez que parecía meterlos ya en la siguiente eliminatoria, pero que no fueron capaces de defenderlo como se exige en estos niveles. Al final, justo sobre la hora, un barullo dentro del área acabó con el balón dentro de la portería mientras Kjaer se hacía prácticamente un ovillo en su afán por despejarlo sin llegar a ser capaz de hacerlo por la propia impericia del danés. Fue el digno colofón para una eliminatoria esperpéntica por parte de los sevillistas, que parecían empeñados en caer ante este Slavia de Praga tan voluntarioso como corto de capacidad futbolística. Pero el principal enemigo no era en este caso el líder de la Fortuna Liga checa, era el propio Sevilla y éste se hizo el harakiri en la vuelta, tal y como ya había hecho en la ida para caer de una manera bastante indigna.

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