Se miraron a los ojos. Hablaba el entrenador del Sevilla, Jorge Sampaoli, con algunos de sus futbolistas en el descanso y les invitaba a una nueva remontada aludiendo a la falta de acierto del Betis en la primera parte. Fue curioso para muchos. No recriminó, sino motivó;no castigó, sino reforzó. «Estamos vivos, estamos vivos», repetía tratando de que sus jugadores se despertaran ante tanta pasividad. El capitán, Vicente Iborra, guerrero en mil batallas, tenía la mirada fijada. Acababa de conocer que le tocaba jugar y calentaba con suma concentración. Nico Pareja le dio el brazalete y comenzó a animar a sus compañeros con argumentos similares. «Vamos, vamos, vamos…», se podía escuchar desde el otro lado de la puerta. Era la comunión sevillista, el comienzo del cambio.
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