La medida del dramatismo

ampoco se trata de ir preparando el patíbulo para las ejecuciones. Es cierto que el 5-1 en Moscú hizo mucho daño, pero sería sano para todos los estamentos de esta entidad desdramatizar, sobre todo porque, si ya habido curvas, está Berizzo conduciendo el autobús en el tramo más complicado, con la visita al Camp Nou también asomando a la vuelta de la esquina. Hoy, cuando pase el trance de Mestalla, puede elevarse el nivel de decepción, seguramente se disparará el de indignación si el resultado acaba guiándose por los derroteros de las tendencias de ambos equipos y será cuando llegue el peligro de errar al tomar -o no tomarlas- decisiones en caliente y con el apremio de la presión popular o la falta de criterio.

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