Es dificilísimo ganar un partido de la Primera División española con el fútbol que puso ayer el Celta. Pero enfrente del atribulado y nerviosísimo equipo olívico estaba el Sevilla, capaz de resucitar a una momia egipcia si se tercia. No pocos sevillistas se temían que su equipo brindara una bocanada de oxígeno a los gallegos, que encadenaban cinco derrotas consecutivas y tenían a su entrenador, Miguel Cardoso, bajo el umbral de la puerta de salida. Este Sevilla feble, lánguido, monocorde y claramente desinflado le alargó su blanda mano a un Celta sin un gramo de fútbol y le dijo “levántate y anda”. Y anduvo, claro que anduvo. Otro más a la lista de rehabilitados por una formación que pierde el pulso demasiado pronto sin que el entrenador dé con soluciones para devolverle la chispa.