El Sevilla tiene una deuda con su propia historia, con su grandeza lustrada en este siglo XXI en el que se ha instalado en la élite española y europea. Tras concluir la primera vuelta con otra derrota en uno de esos escenarios en los que no refleja esa talla aristocrática, entiéndase etimológicamente, el equipo de Pablo Machín acude al estadio que peor se le ha dado en esta nueva centuria, pese que allí firmó una de sus más grandes proezas en agosto de 2007. Quizá sea el momento de equiparar esa historia de laureles reverdecidos con su respuesta en los grandes estadios. La Copa del Rey, ese otro gran reto ante el Barcelona, queda completamente aparcada.
