De Francisco a Ganso

Han pasado más de tres década, era principio de los años ochenta, cuando un joven de Osuna, criado en la carretera de Utrera hacía correr el balón por el tapete de Nervión a una gran velocidad. Sin embargo, el futbolista no tenía como principal virtud la rapidez en sus desplazamientos. Fue Manolo Cardo el encargado de dar la confianza a aquel pelotero capaz de mover un equipo desde el círculo central. Es fácil echar la mirada hacia detrás y recordar aquellas tardes de fútbol en el Sanchéz Pizjuán donde un canterano con el número seis a la espalda controlaba el tiempo del partido sin necesidad de pegar una carrera innecesaria para ganarse el aplauso o respeto de la grada. El sevillismo disfrutaba de la joya pulida en la Cisneros Palacios y alardeaba de su calidad. Sus pases milimétricos contribuyeron al primer éxito nacional que recuerdo la Eurocopa de Francia 84.

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