Fue en agosto de 1996 cuando el Sevilla, presidido entonces por González de Caldas, decidió pagar 1.160 millones de pesetas (casi siete millones de euros) por un jugador que venía de triunfar en River Plate y jugar con la selección argentina en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Nadie había invertido tanto por un futbolista argentino y la operación tornó pronto en presión para el jugador: Matías Almeyda. La decepción terminó con el jugador marchándose a la Lazio. De Sevilla a Roma. «No pude ver el partido de la ida, en el Olímpico, pero me dijeron que el Sevilla pudo haber hecho aún más daño».